Por el Dr. Eduardo Gautreau de Windt
Allí vuelo, como ave entre el polvo
vestida de plumas con caparazón.
Jael Uribe
Los que cuestionen el valor de la poesía o, peor aún, los que
se atrevan a afirmar que la poesía no sirve para nada son personas que no les
ha tocado canalizar sus angustias existenciales o restañar una herida del alma
con ese bálsamo aromático, etéreo, utópico y penetrante. Es cierto que hay
infinidades de medios y remedios, de cura
para los males del ánima y, como no hay remedio universal que funcione en todos
y cada uno de los mortales, ya que no existe la anhelada panacea de los
griegos, así habrá preferencias por los brebajes, menjurjes, pócimas y
ungüentos para grupos de afectados. Más ahora, que los individuos, cada vez más
descreídos, han relegado las artes a un plano inferior a las ciencias en la búsqueda de soluciones para sus
trastornos e incompletudes humanas.
Si aceptamos plenamente que nosotros somos más que objetos
biológicos, por tener un soplo etéreo que nos anima y que nos hace superiores a
los demás seres vivos y, que por ende hacemos y consumimos arte como parte de
necesidades espirituales y que el nivel de sensibilidad es distinto en cada uno
de nosotros, entonces es fácil entender lo importante que puede ser la poesía
para unos y otros de estos seres humanos y que frente a la adversidad ella sea
lírico bálsamo, erótico ungüento o místico menjurje para el alivio de nuestras
desventuras. No son pocos los casos de atormentados seres y heridos y
golpeados entes humanos por la vida y sus circunstancias, que han logrado
sobrevivir a sus infortunios gracias a la poesía. Más todavía, son muchos otros
los que han transformado sus vidas al encontrar en ella una forma de canalizar
sus gritos interiores, sus desavenencias con el mundo y sus cuestionamientos
profundos, evitando caer en el torbellino de la locura o en el desasosiego
calmo de la depresión, ambos pudiendo causarle el desangramiento de la savia
del alma o la hemorragia mental que los empuje a la tumba. Esto es ancestral,
cuasi eterno, conocido por la humanidad desde antes que existiera la
psiquiatría, la psicología o cualquiera de las aceptadas ciencias de hoy.
Testimonios e historias sobran.
Es que la poesía, con su particular decir y su especial y
único profundo origen fluye del alma; del alma herida o muy expuesta, para, a
manera de savia, curar al alma misma. Por eso es que los seres que sufren
difícilmente escriben cuentos, novelas o ensayos, no. Se inician por la ancha y
dolorosa puerta de la poesía, aunque luego evolucionen hacia otras formas
literarias e incluso artísticas alternativas (pintura, música, teatro, etc.).
En Jael Uribe encontramos el típico caso de un soma mordido
por el dolor y desgarrado en su parte tangible que, como sublimización, resuma
de su interior un acíbar dulce, una miel amarga, espesa y brillante parida en
versos y con ellos se pudo restaurar, gracias a ellos sobrevivió y encontró la
vía de escape desde las sombras que la tenían atrapada y amenazaban su
equilibrio y su existir.
Jael logra, con la gran fuerza de su espíritu una obra lírica
potente, con pinceladas de erotismo, pero impregnada de ira, de potencia
arrolladora que a veces brota como crecida que amenaza romper los diques del
decir mismo que representa lo poético. Hay en sus creaciones un dolor no
consumado, unos deseos truncos y una falta de paz que, a través de sus imágenes
nos golpean, nos sacuden y nos hacen reflexionar sobre su decir y su sentir.
Eso sí, con una autenticidad propia de los creadores que utilizan todo su yo
para forjar sus obras.
Para su simbolismo poético su yo lírico se arma de sombras,
noches, cuervos y vuelos, más lo preponderante es la autodenominación de ese
sujeto poético como un ave. Este se visualiza, canta, vuela y actúa como ave. Y
a través de sus trinos en versos anhela la libertad, la altura y la luz que le
niegan cuando se siente atrapada en las sombras, de la noche interna y personal
de sus angustias, para liberarse y, por último y más importante para definirse
y redefinirse, de manera constante y sostenida. Por eso su obra es muy
personal, escrita en primera persona, el yo poético le canta a un nosotros colectivo,
abierto, plural, y en esta abunda el Soy
y el yo soy.
Soy de aire,
es el título de un poema y entre sus versos abundan las muestras de lo
expresado:
Soy un
poema hecho ave. (Soy un poema en voz alta)
Soy una gota de viento / destajando tus venas baldías
(La última hoja)
Aún sigo aquí,/ adherida en el asfalto (A sabiendas)
Mientras
muerdo el pájaro verde / clavo mis garras en el vino /
buscando sus entrañas. (Los pájaros)
Un hombre futuro se sube a mi cabeza, / me baila en las ideas (Un
hombre desnudo)
Si tuviera que rehacerte, / vertería la sangre en los
charcos de esta fosa / que me espera con la boca abierta. (Rehaciéndote en el
eco de la tierra)
Antes
que yo fueron otras (¡Antes que yo fueron tantas!)
Por otro lado, aunque se sabe capaz
de cantar y de gritar por otros, como amanuense de los que sufren, se siente
impotente por la ardua tarea: ¡Me hacen faltan alas / para abrazar este
silencio! (Otoño de la fruta). Pues es que la cantora ha asumido la causa de la
mujer, principalmente, como motivo de su canto, de su grito (como ella misma
dice), y lo hace con una fuerza sostenida, intentando derribar los escollos
para su causa.
Estilísticamente utiliza adecuadamente todos los signos de puntación, para ordenar mejor su decir en versos libres de variadas extensiones. Raramente recurre al encabalgamiento y divide sus poemas en estrofas o se desliza fácilmente a lo monostrófico, en decires de largo y mediano aliento, aunque a veces nos sorprende con poemas muy cortos. Eso sí, todos construidos de manera coloquial, es decir con una sintaxis cercana a la prosa; por eso a veces recurre precisamente a esta, resultando proemas fluidos con un ritmo y un lirismo adecuados. Una característica personal es su fuerza lírica, su tensión poética que lleva en incremento hasta un final, a veces, cercano a lo explosivo. Por eso sus poemas al finalizar nos dejan una sensación de gran final, de éxtasis placentero, como de fuegos artificiales, cual celebración poética. Pero a pesar de su estilo desenfadado, luce tímida al pisar el terreno de lo erótico, ya que es conservadora y precavida al adentrarse en esta arena movediza, que suele tragarse a muchas poetas con su estilo femenino. Su voz poética, aunque fluctuante todavía, por la necesidad de centrarse en una línea específica, para su beneficio y definición, se aparta de muchas otras poetas que asumen lo femenino como causa. Ella canta, trina, lanza su grito, apasionado, lírico, femenino y de lucha, acompasado y rítmico, con una fortaleza que penetra y, a pesar de cierta pesadumbre, por estar poblada de cuervos en una noche de sombras, no hay fatalidad y al final hay luz, la luminosa música de un fuerte canto. Es que su poesía brotó desde un incendio, de las cenizas que consumieron una porción de su yo. Por eso se autonombra Fénix. Y adopta este importante y conocido simbolismo: Ave sagrada que renace de manera perpetúa, y que si bien conoce la muerte por medio del fuego del sol, disfruta de la inmortalidad por medio de su resurgir a partir de sus propias cenizas. Premio exclusivo otorgado a ella por no haber probado el fruto prohibido del Edén. Analicemos a fondo este simbolismo a la luz de la poesía y del yo poético que nos ocupa:
El sujeto lírico que canta brota a
la poesía luego de ser calcinada por el fuego de un problema existencial de
soma y ánima; renacida potenciada, luminosa, dejando atrás las sombras que nos
plasma en sus poemas iniciales, nocturnos, poblados de cuervos, gatos e
incertidumbres: La noche de la muerte. Ese mismo yo sería bocado de la muerte y
escapó de aquellas fauces para cantar en versos (La muerte es un bocado de
ausencias): La muerte es un bocado de
silencios / unidos a la boca de un tiempo sin palabras. / Un “no estas”
caducado en el espacio, / un ruidoso martilleo de lágrimas. Y
con acertadas y bellas imágenes nos sigue describiendo su visión de la muerte: La muerte se transcribe en el
ritmo de la ausencia / como nota perdida en el vals de una
tristeza. / Te seduce cantándote al oído con su trova callada / su voz
perezosa, / y su aliento de flama disfrazado de niebla. Por eso estos primeros
puñados de poemas cargan la pesadumbre de la niebla, de la oscura noche y esta
circundada de cuervos que acechan:
En vano cuelga la esperanza del bolsillo entre las sombras. En la pálida
estela del viento que se arrastra en la ausencia y en el azul de una utopía que
muta y se agolpa entre la niebla. Inútil es el canto del gorrión cuando el
cuervo acecha. (En la espera).
Por eso en este poema, para mí
identitario, definitorio para ese yo poético en el que curcuteo, a través de
sus poemas, halló la razón de ser y sentirse como ave, como poema, como ave y
poema:
Soy un poema hecho
ave.
Un poema con ojos y
picos de sol,
de vuelos altos,
cascadas de montaña
y fragmentos de
aire.
Un poema con garra
que pelea con
gaviotas
aferrándose a un
cadáver de pez con arena de playa.
Soy un poema
ruidoso
enteramente libre
de silencios,
de monedas
esparcidas en puñados de agua,
cantando lento.
Naciente,
paciente.
Inconteniblemente
constante.
Soy
un poema en voz
alta,
simplemente
impronunciable.
(Soy un poema en voz alta)
Por último quiero adentrarme
en el simbolismo de las aves. Mensajeras del Cielo o de los dioses, son
mediadores entre la(s) divinidad(es) y los mortales. Representan la libertad,
lo elevado, lo puro; por analogía representan a los ángeles. Desde la
antigüedad son portadoras de buenos augurios, y tal es esto que no hay que
especificarlo. Existe la creencia de que después de la muerte el alma abandona
el cuerpo en forma de pájaro y, en consecuencia, el ave es un símbolo del
espíritu. Tal es que una paloma es la forma de representar el Espíritu Santo. Y
más específicamente en la poesía los poetas se asemejan y se ven a sí mismos
como aves; portadores de los mensajes provenientes de un más allá, divino,
etéreo, que les escoge para transmitir a los demás, en versos sus verdades
(poéticas), que pueden ser tan profundas como verdades de vida (P. J. Gris).
En fin, ave Fénix, gorrión cantor,
o ser alado, el yo poético de Jael Uribe, surgido de las cenizas de su antigua
“ella” (Un tiempo en que el regreso es
una sombra diluida / en los sueños de otra extraña, / un cuerpo suspendido en
acción. / Una esfera sin círculos. Una tarde de invierno. /Una línea redoblada que aparenta ser la otra gemela de mí misma, / sin
ser yo. - En el instante preciso) está
consciente de su labor como amanuense, de su función vicaria de las demás
mujeres, aves aprisionadas sin fuerzas para volar, sin trino para cantar y sin
garras para superar los escollos que ella sí pudo, remontando el vuelo,
renaciendo para la eternidad de la poesía, que perdurará más allá de cuando la
poeta emprenda el vuelo definitivo e inevitable hacia otros cielos, surcando el
azul. Por eso su poesía es de esperanza, de luz, de renovación perpetua de
lucha, de arrojo y desafío. Ahora, ya no teme a la muerte, pues ya la ha
vencido, renaciendo de nuevo en las alas
de otra voz. Allí vuela, como ave entre
el polvo / vestida de plumas con caparazón.
20 de Mayo 2013.
jael uribe
Reseñas
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Excelente! Felicidades! Te consagras como una de nuestras mejores poetas.
ResponderEliminarRealmente no alcanzo ese vuelo libre, reniego de mi identidad sobre todo en aquellos en que como cadáver transito por la morgue derecho a mi autopsia , tal vez ahí mi ADN, mi ser asumiera la libertad del ave fénix...
ResponderEliminarMe hiciste ver mi visión del mundo los sentires que disfrazo de un Tu que es un Yo desesperado pero lleno de Temores y sigo transitando por la ancha Puerta de la Poesía...
No sólo Jael es un Ave eres , Aguila, encarnas a todos los sobrevivientes y a los que se nos apaga mas seguido los latires mientras caminamos o nos arrastramos dopados y llegamos a ese abismo que aterra, ese puente que se corta y acorta la sonrisa, ese mirar en las palabras como si las ventanas del alma se fijase y se rebelara en un Yo Poético_tremendo desafío, como ese último round nok out o el difícil no bajar la guardia para volar del ring que me vio ser__alguna vez libre , desnuda toda mi pasión de horas de transpirar y aunque el dolor me saque chispas, ser mas fuerte, vencerme a mi misma...
Cariños y toda mi admiración por representar todo en plural
¡Muchas gracias por llenarme de luz! ¡Te regalo una sonrisa!