No se mide el éxito por la cantidad de fracasos y mucho menos por
cuantía de lo alcanzado. Se mide por lecciones aprendidas, dolores
sufridos, amigos perdidos-ganados, las bajas emocionales sumadas a las
altas, traiciones recibidas de los menos esperados; se mide por los
aplausos obtenidos, las noches sin sueño, las sonrisas francas en los
rostros sinceros, las palabras que no puedes recoger de vuelta y las que
se echaron a volar con los pájaros volviendo a ti multiplicadas en
fuerzas. Aprende que no se mide la vida en diplomas, ni en materia, ni
en cantidades absurdas. Ojalá algún día entiendas que para llenarte los
ojos tan sólo necesitas abrirlos y ver la grandeza de todo lo pequeño
que te rodea. Entonces quizá, te des cuenta.
Te abrazo, feliz día!
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¡Muchas gracias por llenarme de luz! ¡Te regalo una sonrisa!