De este nuevo año que se suma aprendo el valor de la renuncia. No porque la
edad me pese sobre las manos tanto, como para arrojar mis armas sobre el campo de
batalla, sino porque ahora soy más consciente de que no todo lo que brilla es
valioso y no todo lo que te ofrecen es realmente un regalo. Hay ocasiones en
las que renunciar se hace ciertamente necesario.
Aprendo este año que se suma, a poner mi corazón donde está mi tesoro real,
no donde me dicen que debo buscarlo. Que los méritos que he ganado con esfuerzo
y lágrimas no necesariamente se retribuyen en sonrisas, ni en aplausos. Hay días
en los que poner los pies en la tierra me ha permitido reajustar mis cálculos,
ser menos crédula y más franca a la hora hablar de las verdades en la misma medida
de mis vivencias y pese a quien sea.
Aprendo de este año que se suma que no hay tiempo para perderlo en menudencias,
ni en complacer a nadie, que cada momento en el que estoy despierta adentro de
mis sueños es valioso, porque allí ningún “bienintencionado” puede interponerse
entre yo, y mis propósitos.
Supe hoy, en víspera de este nuevo año que se suma, que si voy a amarme lo
debo hacer ahora, con fuerza, sin lastimarme a mí misma, sin permitírselo a
nadie; amarme como si no me hubiese amado nunca y en lo que realmente cuenta. Que
si debo gritar, lo debo hacer bien alto, a todo pulmón aunque cada oído se
esconda, pues la redención del alma se encuentra escondida en el verbo, y en
cada palabra depositada en estas manos, se devela la infinita esencia de lo que
la vida me ha dado en abundancia.
Entonces en este nuevo año que se suma, hablaré consciente, con
conocimiento de causa, cuantas veces quiera. Hablaré cuando tenga y cuando no,
cederé despacio las riendas, a sabiendas de que todo está en perfecto orden
divino, y a cargo de mi destino se encuentra el mejor de los jinetes: YO MISMA.
Dueña y soberana de mi holgura, siempre.
Feliz cumpleaños Jael Uribe, mujer de pocas, pero certeras palabras.
(Si lo compartes por ahí, dame los créditos. Gracias)