Te golpeará, hasta un día…
Gritar, desde el fondo de la impotencia nos hace libres, nos devuelve las alas -digo yo.
Vociferar el horror de sabernos blanco ante la mira del cobarde, quien juró protegernos y nos rompió ‘sin querer, queriendo’, la voz. Sabemos que cuesta levantarse de los dientes rotos y encontrar el rugido gutural para sacar la rabia, levantar nuestra honra, para no partirnos en dos; Encontrarnos a nosotras mismas en la pérdida, en la palabra alzada, las letras perdidas, en el arte que sana los moretones del alma y nos llena de nuevo el pulmón. Ese es el lujo del que nadie puede privarnos, nuestro espacio íntimo donde estamos a salvo del narcisismo y la manipulación.
Podrán los hombres que juraron amarnos marginar lo que somos, retrasar nuestra huida, cerrarnos el paso hacia la luz, hasta que sepamos de dónde proviene nuestra fuerza y la voz cascada que espera brotar de nuestro interior, como un manantial de amor. Cuando llegue la hora de levantar el vuelo, luego del oprobio y la burla, más allá de las lágrimas y el dolor, no existirá puño que nos merme, ¡nadie será capaz de amedrentar a una mujer que se ama a sí misma y se sabe dueña de su propio YO! Nadie detendrá la semilla esparciéndose en el viento, donde otro quiso plantar miedo y desolación.
Por eso es tan importante levantarse, aún con las piernas partidas, con el ruido que arrastra el corazón de tanto darse a los cerdos, por amor. Por eso, surgen más caminos abriéndose lejos de lo tóxico, del daño y la ignorancia ladrona de los sueños que se han partidos dentro de nuestra niña interior. Hay que sanar desde lo interno. Hay que aferrarse a la vida como aire para combatir a quien sólo conocerá la fuerza, cuando la inteligencia gane valor.
¡Mujeres, alcemos nuestro grito de batalla y recuperemos la honra! Recobremos aquello que nos han tomado a la fuerza e injustamente: la certeza de sabernos suficientes, de saber que merecemos mejor. Abramos la puerta para salir corriendo de quien frena nuestro progreso, roba nuestra alegría y nos rompe a diario el corazón.
Este es el tiempo de protesta. ¡Este es el éxodo de nuestra voz!
Por Jael Uribe